lunes, 24 de junio de 2013

La Orillera

Moriré de madrugada
y será en Medellín.
Volveré, sumiso,
a la hora del amanecer.
Volveré, porque he de morir.
Volveré, aunque no me haya ido.

Ella, esperará por mí
como espera siempre el amor.
Ella, esperará mi regreso
entre el dolor
y el llanto
como espera siempre el amor.

Y es que fue allí,
con ella, en ella,
en dónde conocí su aroma.
Ese perfume de ron
balas y sudor
que me enamoró
durante las noches, embriagados de nostalgia,
amados durante el limbo de las horas
en las que nace el día
cuando no llega a ser de madrugada
pero ya no es media noche.
Cómo no querer volver
si fue en ella,
una madrugada ya hace mucho tiempo,
en la que se me destinó morir.

En ella,
que no revela su verdadero nombre,
perdí todo cabal
que pude algún día tener.
Me adentré hacia el margen,
llegué a la orilla
y me enterré.
Fue ella
quien entre guiños e insinuaciones
me pidió no escuchar
lo que por obligación
debía decir.
Ella que me enamoró con putería
con barbarie, con violencia.
Ella me enseñó el agresivo calor del amor.

Moriré
volveré
naceré
Ella siempre estuvo antes que yo.
Se irá mucho después de mí.

La bauticé La Orillera
hace muchas muertes
en medio de una borrachera
cuando sólo ella me escuchó
y aunque muchos otros la nombraron
y muchos más lo harán
le puse un nombre para mí
para que me odie cada que lo recuerde.
Porque la odio, volveré a morir;
para que me odie, volveré a morir.

Moriré de madrugada
y será en Medellín.
porque entre madrugadas la amé
porque entre madrugadas me odió.
Moriré
porque allí nací
porque allí me maldijo.
Allí, ella, me obligó a amarla;
allí, la obligue a hacerme daño
sólo como yo quise.
Moriré, una vez más,
por penúltima vez
cuando deje de respirarle
y un ron sin beber
cantará por mí,
a ella
para embriagarla a mi nombre
una vez más.

Moriré así, aunque no ocurra jamás.
La Orillera se obligará a repetir que no me recuerda
Aunque nunca más me pueda olvidar.

sábado, 1 de junio de 2013

Volver

Vuelvo, sin saber a ciencia cierta por qué, cuándo o si de verdad me fui. Al mirar el espejo, puedo corroborar que mi rostro no es el mismo. Vuelvo, pero sin buenas nuevas; vuelvo, buscando ayuda, pidiendo a gritos mi auxilio, dado que decidí huir de todo aquel que pudiera darme esbozos de calma, como se ha vuelto costumbre. Pido por mí, frente a una deidad vacía. Intercedo por mí ante mí. La ilusión de compañía sólo confunde a mí soledad. Vuelvo en busca de mí, porque llevo meses siendo un muerto dentro de mi cuerpo. Me ahogo.

Vuelvo a escribirme, porque me encierra el miedo. No hago nada por mí y sólo trato mal. Paso noches en vela girando alrededor de la belleza, pero cuando llega el día, no soy capaz de buscar a quien ocupaba mi insomnio. No quiero hacer nada de lo que me piden, no hago nada de lo que quiero. Miento, engaño, me escondo, tengo miedo. No me interesa hablar, no me interesa escuchar. Paso las mañanas fumando, para evitar despertar; me paso las tardes fumando, para evitar hablar; me paso las noches fumando, para evitar escuchar. Quiero buscarle e invitarla a pasar un rato conmigo, a contarle que un recuerdo frágil de sus ojos y de su beso (o tal vez, sólo un sueño) sirve para alimentar algo que no tiene ni razón, ni sentido, pero que me mantiene despierto cada vez que su silueta se me insinúa en cada sombra. Quisiera buscarle y contarle que deseo que se marche pronto, no porque quiera que se vaya, pero sí porque la ida implica gran parte de su alegría. Quisiera escucharle, en medio de la lluvia, entre el frío y tan solo sonreírle como idiota. Quisiera buscarle, porque sé que se irá y aunque no quiera que se quede, ni que me ame, ni que me recuerde, ni que me espere, ni que me extrañe; quisiera contarle que en las madrugadas la sueño, porque en las noches busco que me acompañe. Pero no lo he hecho, porque hasta ahora vuelvo; no lo he hecho, porque ni siquiera yo soy capaz hablarme.

Vuelvo a escribirme, porque me necesito. Vuelvo, porque me cansé de ese maquillaje vacuo de tontería, risa y charlatanería en el que me escondo. Vuelvo para ver si algún día soy capaz de darle la cara al mundo. Repito, repito y repito que vuelvo, pero todavía no me veo por ningún lado.