miércoles, 7 de agosto de 2013

Aquella noche

Aquella noche, entre la fatiga, se me camufló un soplo de gozo. A pocos días de haber sido presente el pasado, ya dudo recordar su rostro y creo que mi imagen de ella es más ficción que cualquier otra cosa. Y aun así, aquella noche encontré sus ojos en un rincón caluroso; emanando alcohol, sudor y ganas. Sedientos, inapropiados, cínicos, carentes.

Aquella noche, la censura no se me cruzó por la cabeza. La noche empezó sin saber quién era ella y, cuando termino, ninguno de los dos sabía quiénes eramos.

Me encontré mirándole a los ojos y por un par de minutos olvidé cómo hablar, quién era, en dónde estaba, qué sería de mi vida luego de esa noche. La conversación fue muy corta, el diálogo no lo fue. Me contó de su fascinación por el calor, de los caprichos de su cuerpo, de la nostalgia que siente, de sus intervalos para fumar cada tanto, de su poca preocupación; pero no me dijo nada acerca de ello. Fue mí dolor, mi pena, mi redención, mi emoción, mi sueño, mi perdición, mi muerte y mi aberración; a pesar de ello, si le preguntan al mundo, por esas horas ninguno de los dos existió. Aquella noche, no me contó cuántos hermanos tiene, ni cómo cocina su mamá; no me dijo cuántos hijos quiere tener, ni si desea envejecer, no sé cuál es su color favorito, ni como prefiere el café, pero la conocí tanto que, hoy, casi me siento culpable por involuntariamente olvidarle.

Luego, el recuerdo es un poco difuso. Sé que me despedí de ella cuando ya el sol, siempre tan inoportuno, opinaba que no deberíamos vernos más. No hubo despedidas, no hubo promesas, no hubo planes, no sé qué hizo al día siguiente, no sé qué hizo los días después; yo la miré por última vez, ya con sus ojos verdes sometidos a la violencia de luz matutina, y ella autorizó mi partida. Yo dejé uno de mis tantos últimos alientos de vida, ella dejó sobre mi cuello un frágil recuerdo de las yemas de sus dedos y oficialmente acabo aquella noche para los dos.

Aquella noche se llamo Leticia y nunca más volverá a llevar ese nombre. Nunca más la volveré a ver, a ella y a esa noche; a esa noche y a ella. A ellas dos, que fueron el mismo ser.

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