martes, 23 de octubre de 2012

Los días de las horas.

Las horas, por estos días, pasan de manera dolorosa. Ya no son excusa de ocio, ni siquiera de evocación; no son mías, ni de alguien, ni de ella, ni de nadie. Son penas y angustias que pasan una por una, cada una a su tiempo, las veinticuatro todos los días.

Los días por estas horas son más lúgubres, más parcos, más fríos. Con todo lo que me gusta del frío, debo decir que el de estos días es diferente. Esencialmente, es un frío oseo, inerte, inmóvil, incapaz, pútrido, que me llama a desaparecer en cualquier segundo, antes de que la próxima hora.

No es la soledad. Ahogarme en gritos pusilánimes en contra de la soledad sería achacarle culpas a una parte más de mi cuerpo; como decir que las horas que pasan punzantes son culpa de mis uñas o de mis dientes. El agobio de mis días solo es culpa de mi vida por buscarles, de mi vida por no ser capaz de evitarles. La culpa del frío (cínico, bastardo, autoritario), por otro lado, solo puede radicar en mi incapacidad de abrigarme.

El frío y el dolor se parecen a los días y las horas. Yo paso cada segundo de mi vida transitando por ellas, por todas, por unas, haciéndome el imbécil cuando de velar por mí se trata.

lunes, 15 de octubre de 2012

Feliz Viaje

Le diría que le irá de maravilla
Que no ha de asustarse
Que le deseo buena suerte
Pero eso podría decirlo cualquiera;
No deseo ser redundante,
Lo irrelevante, tal vez me sea imposible evitarlo.

Prefiero decirle que quería escribirle esto
Sin un por qué muy claro.
Que me senté frente a una canción con su nombre
Y de repente
Terminó siéndome necesario.

Resulta, señorita,
Que deseo que el avión llegue sano y salvo
Que estremezca a cualquier escéptico
¡Maldito todo aquel que no disfrute sus pasos!
Que regrese más pronto que tarde
Que pueda fumarse conmigo
Un par de minutos u horas
Y, si me lo permite,
Observar como se dibuja el hoyuelo en su mejilla
Cada que su mirada tiende a iluminarse.

Feliz Viaje.

lunes, 8 de octubre de 2012

Tal vez la vi; tal vez sólo habló.

Como hombre torpe, simple, temeroso;
Como hombre regular al fin y al cabo
Uno sucumbe con facilidad
Ante la fortaleza femenina.
Eso, a lo que llamarían sensualidad,
Está aferrado al carácter determinado.

Ella, por ejemplo, nunca me ha enseñado su rostro.
La vaga estela, que guardo en mi retina
No es más que una sonrisa y un beso enviado a nadie;
Momificados
Ilusorios
Inexistentes en el momento.
Aun así, sus voces
(¡Sus voces, sus voces!)
Pueden retratármela
Con su sarcasmo en los días de mierda
Con su vehemente felicidad
Con el agotamiento cotidiano
Incluso, con el silencio en ella.

Eso que llamaría sensualidad
Eso que ella domina inocente
Tan difícil de ignorar, tan peculiar,
Es eso que la hace visible
Es lo que hace que mi cabeza la dibuje
Que sienta haberla visto
Algún día en algún lugar.