domingo, 29 de julio de 2012

Buen viento y buena mar.

Tu foto me mira, punzante.
Tu beso me tortura, ausente.
Ya no sos yo, obviamente.
Mi nombre ya se borra, no lo recuerdes.

Es esencial que bajaras la persiana,
Es esencial que yo le haga el duelo.
Sonrisa, desnudo, beso, caricia,
Algún imbécil suertudo será ahora el beneficiado
Así como fui yo aquel idiota suertudo, un día cualquiera.

Está en lo que soy aferrarte a mí y anudarte al resto de mi amor.
Está en vos hacer el corte y tomarte fotos en una pradera
Con el imbécil, su familia y sonrisa, en un par de dias o semanas.

Podría prometerte cientos de cosas
Pero me cansé de prometerlas
Solo quisiera informarte
Que dejaste un hueco
Con la forma de tu cuerpo
En la parte central de mi pecho.
Que dice mi familia
Que cuándo pensás arreglarlo.

No es mucho más lo que te digo,
Que hay poco tinto, que no hay masajes,
Que, si quieres, borres mis mensajes
Que estos son los últimos versos que te escribo.

domingo, 15 de julio de 2012

Con una chica que lea y se pueda aburrir de ello.

Salir con una chica que no lee, en lo absoluto, puede ser un desenfreno sexual inmensurable. Salir con una chica que pasa más sus horas con libros que con personas, puede ser una aventura romántica, intelectual y potenciadora, como ninguna otra. Si no es así, en algunos de estos dos casos, olvídelo; agarre una camisa, sus zapatos y huya lo más pronto posible.

Yo, por mi parte, debo aceptar que no he podido encontrar un gusto pleno. Me gusta la sordidez de no entenderla, de no saber de qué habla y que, a su vez, ella no entienda una sola palabra de lo que digo. Que el único gusto que compartamos sea el de su piel cerca de la mía, el olor a torpeza, el analfabetismo que emana ese aire pesado y sofocante que emerge de entre nosotros. Me gusta, también, que pueda retarme, que tenga mil mundos en la cabeza cada vez que me mira, que haya visto morir a miles de sus amigos en las páginas amarillentas de algún libro con las esquinas dobladas y deshilachadas. Que huela a tinto y a papel húmedo, que no la desvele la eternidad, que se acoja con suavidad a cada capítulo de su vida (consciente de que cada uno es justamente eso, un capítulo) y que disfrute de los conflictos, porque, como bien sabe, es la parte más excitante de toda la narración. Pero no las soporto en totalidad; no logro lidiar con la dependencia, la candidez plena, la simplicidad, con lo insípida que puede ser la chica que no lee, con esa constante e irritante intención de hacer "el bien" o de hacer "el mal", sin mayores pretensiones. De igual manera, no soporto la mirada inquisidora, con gafas o sin ellas, de la mujer que lee, por no ser el protagonista de la novela que ella desea, de no poder ser el héroe, así cumpla con las condiciones narrativas para serlo. No logro disfrutar, en lo más mínimo, la actitud iracunda cada vez que la vida le sugiere, sutilmente, que tal vez no debería ser ella la protagonista de su historia, que puede ser la narradora en tercera persona de ésta.

Como en casi todo, he optado por los puntos medios, pero no por la tibieza. Yo prefiero encontrar a una chica en la suciedad de un bar, que huela a whisky, que sepa a amargura con destellos de euforia esporádicos. Prefiero a una chica que sepa qué decir, cuando tenga que decirlo, o que no lo sepa, pero que de todas maneras lo diga en sus justas proporciones, que sepa que la eternidad es solo una ilusión insulsa, pero que no hay que temerle, ni coquetearle. Busque una mujer que pueda no ser nadie en su vida, pero que tenga la suficiente fuerza para serlo todo en la propia, así su función sea la de narrar la vida de alguien más. Que no aborrezca la frivolidad, pero no le interese sumergirse en ella. Busque una mujer que se pueda ir cuando quiera y que efectivamente lo haga; si la encuentra y no se va, no le eche la culpa, seguramente es responsabilidad suya. Salga con una mujer que pueda ser tres segundos en su vida, que le alborote la visceralidad, que pueda alimentar su euforia una vez cada dos semanas y que, por sobre todo, pueda salirse de cualquiera de las generalidades insípidas que acabo de escribir, pero pueda volver a ellas una que otra vez.

sábado, 14 de julio de 2012

La Danseuse

Solo veo movimiento a mi alrededor,
No sé si son los tragos escasos
O si es la naturaleza móvil de su ímpetu.
El espeso humo escapando de sus palabras,
Los torpes cuerpos contorneándose a nuestras espaldas,
Unas cuantas sonrisas que aparecen, furtivas, pero sinceras
Mi cara de imbécil, que cuando se esfuma, vuelve y aparece.
Movimiento, al fin y al cabo,
Como el que pronuncian sus piernas fuertes;
Movimiento, recalcitrante,
Como en su carácter dulce, disfrazado de indolente.

Ya le he puesto un seudónimo
Aunque el francés se me vaya de las manos
¿De qué otra manera podría llamarla?

Sonríe. Algo debo estar haciendo bien.
La Danseuse baila conmigo,
Aunque sin necesidad de mover los pies.
Ella habla, yo escucho; yo hablo, ella escucha.
La atrocidad de nuestro tema podría desembocar,
Sin ningún problema y con cierta facilidad,
En un suicidio doble o en una sonrisa cómplice.
La crueldad es una cualidad subvalorada,
Encantadora, pero sobretodo mitigante.

No sé si es ella mi musa esta noche
O es el humo que, con cautela, de su boca escapa.

Su exuberante belleza, ahora lo noto,
No radica exclusivamente en la picardía de su mirar,
Tampoco en su actitud de café oscuro sin azúcar,
Es mérito, en gran parte, de ese deseo
Que provoca en mí, con tan solo exhalar,
De no querer amarrarme a ella, de no quererla mía.
Es su carácter móvil, su soberanía intacta,
Esa inexorable determinación,
El ser parcialmente indescifrable.
Es ella una de esas pocas mujeres
Que provoca ver bailando a la lejanía
Con un deseo incontrolable de no entenderla jamás
Y con la tranquilidad de saber
Que es eso lo que menos desea.

La Danseuse deja de ser una mujer,
Aunque con cualidades innegables de feminidad.
Se desprende, para sencillamente ser.

Me invade, vehemente, el deseo
De dejarla seguir con su vida,
No por desinterés, no por tedio,
Sencillamente, porque lo merece.
Pero cómo negarme a ver ese brillo
Que en sus ojos aparece
Cuando sonríe, tan fugazmente,
Aunque sea por un par más de veces.


miércoles, 11 de julio de 2012

De menta

De romero, de albahaca, de puerro,
No importa de qué sean
De nicotina, de alquitrán, de cafeína,
De azúcar, de miel,
De llantos, de sed.

El primero, el más reciente, los del medio.
Hayan sido de bienvenida o de despedida
De canela, como tu piel,
De melancolía, como la mía.

Pudieron ser de muchos matices.
Con tufo a viernes en la noche
O a domingo en la mañana.

Nunca los conté,
Espero que tú tampoco;
Siempre los soñé
Y sé que tú también.

Tú diciéndome "Hola" o "¿Cómo te fue?"
Yo diciéndote "Descansa, duerme bien"

Tu beso, siempre andante en mis bocanadas,
Omnipresente, supremo, mío, fuerte, bello,
De orégano, como antier,
O de menta, como ayer.

martes, 10 de julio de 2012

Vos


Todavía me cuestiono si debí dejarte ir
Si, tal vez, debí amarrarte a mis sabanas
Amarrarte a mi sueño.

Seguramente es la ausencia

O, sencillamente, puede
Que seas vos.

Y es que es difícil, muy difícil
No joderme la cabeza pensándote.

Posiblemente deberé deambular
Huir, volver, escapar, correr,
Para regresar una vez más.

Recordame y nunca me dejés ir;
Lo digo desde mi egoismo
Lo digo desde mi amor por vos
No podría dejar que vivás sin mí.


Lo que deseo es que en vos
No pueda morir mi nombre
Jamás.







jueves, 5 de julio de 2012

Noches de ciénaga.

Llego a mi asiento habitual con ganas de escribirte,
Pero no escribir para ti,
Escribirte a ti, escribirte para mí.

Escribirte en una noche amenazante,
Con relámpagos violeta
Con besos de laurel
Mi morena, mi princesa, mi sirena
Mi mar, mi calma, mi ser.

Quiero que te quede claro que te escribo
Describirte no quisiera, describirte no podré.

Llego a mi habitual asiento
Siendo uno distinto al de ayer
Siendo frío en silencio aislado
Siendo el filo de tus dedos en mi piel.