domingo, 17 de junio de 2012

La diferencia no radica.

Ella bajó la persiana, como diría el Acuariano; yo, por mi parte, lo creo imposible ¿Qué sería de mi vida, sin ella, si no la tuviera? La necesito en mi vida sin sus ojos.

Llamémosle como realmente se llama: es egoísmo, promiscuidad, sinvergüenzada, canallada. Eso, querido amigo, es lo que somos, usted, su amigo, el amigo de este mi padre, el suyo y yo. Pero nadie nos podrá juzgar nunca, qué podríamos ser sino eso ¿De qué otra manera podríamos alimentar las ganas de vivir tranquilos, sino es así?

Ahora, mientras ella baja la persiana, nosotros caemos, y caemos con ganas, con vertiginosidad; tenga por seguro que del golpe no salimos sin por lo menos un fémur y un buen par de costillas rotas ¿Quién dice que no hay belleza en la destrucción y el caos? Si la destrucción total no es el acto más bello en este planeta, apague y vámonos ¿Acaso no es eso por lo que tanto luchamos mientras escasamente vivimos?

Ella bajó, baja o bajará la persiana, como ya he dicho, mientras tanto yo me ahogo en la sustancia amarga y marrón que sabe a ella y recalco en mi necesidad de vivir sin ella, teniéndola en mí.

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