jueves, 7 de junio de 2012

Relato de unas cuantas noches vacías.

Y paso el insomnio embriagado en ruidos confusos, nauseas vagabundas y espesos humos, sofocando mis horas hasta que llegue el sol. Mi cuerpo ni se inmuta, pero mi cabeza se pudre. Cuéntame. Ya no salgo a ver la luna, ya no llueve, ya no fumo afuera, ya ni siquiera me preparo café; ya, a la noche, no le hago el amor.

Ya no la amo, ni ella, ni a la lluvia, ni a ninguna, no nos hablamos, no nos miramos y parece que solo paso mis horas despierto con ella, porque no podría compartirlas con alguien más. Mis amantes me abandonarían algún día, pero nunca pensé que lo harían siendo aun tan joven.

Estar solo, vacío, ser cobarde, gris, opaco, es mi estado natural ¿a quién quiero engañar? En la plenitud me siento incomodo. La verdad es que estoy mejor que nunca, hace mucho no me sentía tan vacío, tan de nada, tan irresponsable, tan inexistente, tan desligado de dolores de cabeza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario