sábado, 22 de diciembre de 2012

Con cigarrillos, pero sin candela.

Y de repente me encontré caminando solo, con un reciente dolor de cabeza, la boca reseca y una leve culpabilidad entre los ojos. Me vi solo, me vi a mí siendo yo. Me vi estando solo; tan solo como merecía, tan solo como lo necesito. Me vi.

Fue tan extraño como un viejo sonriendo al verse morir o como tú, sonriendo mientras me iba en la mañana sin despedirme, ni proponiéndote una noche de más.

Verme, sin más, frágil, vulnerable, honesto, sin el velo falaz de la alegría, sin la barrera castrante de la euforia fue inútil (afortunadamente); fue el mejor regalo que pude haberme dado, aunque tuviera cigarrillos, pero  candela no.

Caminando sin pensar en más que en el siguiente paso me percaté de lo solo que estaría el resto de mi vida, con pequeños lapsos de compañía, pero al final volvería a caminar un mediodía, con dolor de cabeza, la boca reseca y con la Soledad de compañera.

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