miércoles, 12 de diciembre de 2012

El doce, de un doce, del doce.

Llevo días levantándome sudoroso
después de soñar una y otra vez
con la misma imagen que se reitera
la misma, que se alitera, que se repite
La misma que se alitera, que se repite.

Es ella, aunque no vea su rostro
es ella, lo veo en sus senos, que apenas se ven
lo veo en sus piernas que se ven completas
lo veo en su cadera, que reconozco.

Es una Ophelia de Millais, viviente.
Es una Dánae de Kilmt, decapitada.
Es una durmiente princesa, de Renoir,
que ni se inmuta por mi presencia.
Con pezones asesinos
con los muslos inertes
con la entrepierna húmeda;
con mi inestabilidad a punto de nieve
a la orilla de la agonía.

Van quince veces que la sueño
repetitiva y constante,
constante y repetitiva,
y aun faltan otras doscientas.

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